jueves, 28 de marzo de 2019

El arrepentimiento de Nínive.


"Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos" (Jonás capítulo 3:5).


En este pasaje bíblico podemos ver qué pasa cuando un hombre de Dios obedece y qué efectos produce esto en las almas perdidas. Hay una necesidad de predicar el evangelio a toda criatura, esa es la orden de Cristo el Señor, que debemos cumplir, así él lo estableció (S.Marcos 16:15).

De la misma manera en este tiempo el apóstol Pablo enseña que Dios quiso salvar a los creyentes por la locura de la predicación (1ra Corintios 1:21).  Es necesario predicar, porque cómo creerán entonces? Hoy se predica mucho dentro de las iglesias pero falta llevar el evangelio a los incrédulos, ya sea personalmente, en forma masiva al aire libre y por diferentes medios, etc.

El mundo está bajó juicio de Dios, de la misma manera que la ciudad de Nínive que iba a ser destruida, este mundo está esperando el juicio de Dios por lo tanto tenemos que anunciarlo para que los que creen puedan escapar de la perdición. Todos los días mueren personas en diferentes circunstancias, y por eso también es necesario que haya hombres y mujeres que prediquen el evangelio a las almas.

Vemos en este pasaje también la misericordia de Dios, ya que eran como 120.000 habitantes que estaban e su ignorancia, pero creyeron a Dios y lo demostraron haciendo un sacrificio extremo, como era ayunar, además de eso clamaron a Dios fuertemente, eso es una señal fuerte, porque a veces en nuestros cultos la oración no pasa de algunos bostezos y repeticiones vanas, necesitamos orar de verdad, con necesidad, con deseo, con fervor, para obtener la respuesta de Dios.

De la misma manera que estos hombres ayunaron y clamaron a Dios, apartándose del mal, también Dios espera que nosotros lo hagamos en este tiempo.

Hay pecado nacional como en este caso, hay pecados regionales, hay pecados en congregaciones, familias y personales, todo esto se junta y el clamor llega al cielo, llega el punto que Dios decreta juicio, y eso es lo que tenemos que evitar, por eso nosotros como pueblo de Dios que conocemos la voluntad de Dios, debemos estar en una posición que demuestre que somos diferentes, que estamos apartados para Dios, que vivimos en santidad y justicia, en temor de Dios, porque anhelamos la salvación de nuestras almas.

El propósito de Dios era salvarlos en su misericordia, pero su justicia y santidad también lo obligaba a castigarlos, pero cuando ellos hicieron lo que corresponde a estos casos, Dios vio su cambio de actitud y se apartó de su irá, anulando el juicio que estaba decretado para ellos.

La misericordia triunfa sobre el jucio, Dios no quiere la muerte del pecador, sino que todos procedan al arrepentimiento.

Amén.

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