Cuanta necesidad existe hoy de predicadores que tengan ese vivo deseo de anunciar fielmente la Palabra de Dios, como lo hizo el apóstol Pablo. Sin duda después de él han habido muchos hombres y mujeres que lo han hecho, pero hoy en día no es común encontrar hombres o mujeres con esa pasión, con ese sentido de responsabilidad, con esa paciencia, con esa gran revelación, con esa sencillez, para que los que oyen puedan sentir que arden sus corazones o que se enojen cuando escuchen la predicación.
Por qué hoy en día no hay quienes amen tanto a Jesús, o entiendan su gran Sacrificio y por amor a él podamos decir que para nosotros también el Vivir es Cristo y morir es ganancia, que nos demos cuenta que la Biblia que podemos tener entre nuestras manos floreció gracias a la sangre de muchos mártires, de muchas persecuciones, de muchas tribulaciones, peligros, muerte, espada, etc.
El Evangelio es sacrificio, servir a Dios es el honor más alto que el hombre puede tener en este mundo, así que imitemos al apóstol, porque alguien dirá no puedo ser igual a Jesús, pero entonces tenemos a Pablo, a Pedro, a Felipe, a Juan, a muchos otros que murieron predicando el evangelio y demostrando con se Fe el poder de Cristo resucitado, el respaldo del Dios y Padre y la Unción del Espíritu Santo.
Prediquemos el Evangelio cueste lo que cueste, que al fin nos espera una corona de vida eterna.
Amén.
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